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Muchos son los caminos que se han construido en torno al estudio psicológico del hombre y cada uno de ellos ha surgido en un contexto especifico, respondiendo a sus problemáticas y necesidades. Pero esto no ha sido un desarrollo lineal ni acumulativo; por el contrario, está constituido por contraposiciones, similitudes, retornos, refutaciones y respaldos, todo respecto a métodos, teorías, planteamientos, técnicas y demás aspectos de la disciplina psicológica.

domingo, 9 de octubre de 2011

Viktor Frankl: antropología y logoterapia (Fernando Pascual)



Toda psicología se construye sobre una concepción más o menos clara sobre lo que significa ser hombre, no puede prescindir de «una concepción antropológica, por muy poco consciente que sea para la psicoterapia»

¿Qué reflexiones ofrece Viktor Frankl sobre la naturaleza humana? Para Frankl es urgente superar cualquier reduccionismo, cualquier visión que diga que el hombre “no es más que”… Hay  reduccionismo en la visión biologista, en el conductivismo, en el psicologismo, en el sociologismo, incluso en el antropologismo.
Estas visiones reduccionistas llevan al nihilismo y construyen una  imagen falsa del hombre, pues lo ven como un “homúnculo”, como un artefacto. De este modo, no comprendemos al hombre, sino que construimos una visión distorsionada, pobre, que podemos denominar como homunculismo, en el que el ser humano es visto como «un autómata de reflejos o un conjunto de impulsos, como una marioneta de reacciones y de instintos, como un producto de impulsos, herencia y medio ambiente».

Sigmund Freud, por ejemplo, partió de una visión del hombre de tipo mecanicista y supuso válido el principio de la búsqueda de  equilibrio como camino para explicar el comportamiento humano, lo cual es evidentemente falso, incluso en la misma vida animal. Además, Freud creyó, contra toda evidencia, que los instintos se
autorregulan, como si un río fuese capaz de construirse sus propios diques por sí mismo. Alfred Adler, con su psicología individual, arrancó del biologicismo para explicar comportamientos psíquicos a partir de problemas de tipo somático, y luego desarrolló su visión del hombre a partir de la relevancia que dio al factor social  y a la “voluntad de poder”. Por su parte, el sociologismo evidencia la importancia del factor social en la vida humana, pero la exagera hasta el punto de reducir lo objetivo (lo que es buscado
en el conocimiento y el amor) a lo subjetivo

El hombre es animal, pero no solamente animal. No tenemos que olvidar que Frankl estudió a fondo neurología, y conocía los mecanismos reflejos e incontrolables de muchas reacciones del organismo humano. A la vez, sabía por experiencia directa y por experiencia clínica que el hombre es mucho más que un animal.
A diferencia de los animales, los instintos humanos no dicen cómo han de ser llevados a cabo, cómo pueden ser satisfechos.

Además, nuestra instintualidad necesita encontrar pautas o límites  fuera de ella misma, lo cual implica  que el hombre es algo más que un instinto, pues lo pulsional, en el hombre, no se auto limita, como acabamos de decir. El hombre tiene que aprender a vivir, a sobrevivir, a construir sus hábitos de conducta con la ayuda de los  demás. En este sentido, las tradiciones del pasado nos ayudaban a “conformarnos” con facilidad a comportamientos aceptados como  buenos; hoy, con la crisis de las tradiciones, el hombre se encuentra más solo que nunca.

Más allá de lo meramente animal, el hombre se ha formado de  sí mismo, a lo largo de los siglos, una imagen que evidencia de manera especial la dimensión noológica o espiritual de nuestra especie. Son muchos los que han señalado como «característica primaria y fundamental del hombre […] su impronta espiritual y su orientación a un sentido». La misma vida de instintos está permeada de espiritualidad, de forma que el ceder o no ceder a un instinto es algo que depende de una decisión personal… En una explicación más profunda, la ontología dimensional nos revela laexistencia en el hombre de tres dimensiones: la física, la psíquica
y la espiritual; tres dimensiones que no se dan separadas, pero que pueden ser observadas por separado. La dimensión espiritual determina el ámbito de lo humano, sin que ello implique la eliminación de las otras dos dimensiones; más aún, el hombre es plenamente hombre en su tridimensionalidad, en su “tri-unidad”, lo
cual implica superar cualquier monismo (no sólo el materialista, sino también el espiritualista), y cualquier visión de tipo racionalista o intelectualista.

Nace aquí una pregunta que tiene su importancia desde el punto de vista filosófico: ¿de dónde viene el espíritu? Frankl nos recuerda, con la biología, que cada nuevo ser humano, concebido de  modo sexual, es un único, un ser totalmente nuevo incluso desde el punto de vista de la genética. Pero ello no explica la condición espiritual, que debe venir, como ya había intuido Aristóteles, “desde fuera”: el espíritu no emerge de los cromosomas. Por eso, «lo espiritual tiene que entrar de algún modo en lo corpóreo anímico; pero, una vez que ocurre esto, lo espiritual, el espíritu personal, queda velado: se oculta en su silencio. Calla y aguarda a  que pueda comunicarse, a que pueda romper su silencio…»

Hay dos capacidades humanas que superan  la visión insuficiente de los reduccionismos y que evidencian nuestra espiritualidad: el hombre es capaz de actuar el autodistanciamiento y de vivir la autotranscendencia. Por el autodistanciamiento, podemos “objetivarnos” y tomar conciencia de nuestros problemas y tensiones, y verlos con cierta objetividad. Por la auto transcendencia, por la capacidad de superar los límites del espacio y del tiempo, se puede decir que «el hombre es una esencia en busca de sentido», un ser que se dirige necesariamente a algo o a alguien distinto de sí mismo. «Sumergiéndonos en el trabajo o en el amor,
nos estamos trascendiendo, y por tanto nos estamos realizando a nosotros mismos».

Como el avión, el hombre puede (y debe) moverse en el suelo, pero muestra que es hombre cuando realiza la posibilidad del “vuelo”: «el hombre empieza a comportarse como hombre sólo si puede salir del plano de la facticidad psicofísico-organísmica y puede ir al encuentro de sí mismo, sin por ello tener que hacerse
frente a sí mismo. Este poder es lo que quiere decir existir y existir significa: estar por encima de sí mismos siempre». En el fondo, la transcendentalidad humana nos dice que el hombre se configura a sí mismo no según las leyes de las teorías determinísticas, sino según su condición de imagen y semejanza de Dios: el hombre va más allá de la inmanencia y se dirige a su plenitud en la medida superior de lo absoluto, de Dios.

Sólo si admitimos la espiritualidad humana comprenderemos la dignidad de todo hombre, también del enfermo que es incapaz  de dar un sentido a su enfermedad, y entonces pierden su fuerza tentaciones como la de la eutanasia. Frankl hablaba de su “credo psiquiátrico” al reconocer su fe «en la continuidad de la persona espiritual aun detrás de los síntomas de la enfermedad psicótica»

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1 comentario:

  1. Me surge una pregunta: Ya que usted dice que "nuestra instintualidad necesita encontrar pautas o límites fuera de ella misma, lo cual implica que el hombre es algo más que un instinto, pues lo pulsional, en el hombre, no se auto limita", no sería reconocer que Freud propone como organismo de control al Superyo, por ejemplo. Me gustaría que me indicara en qué apartado dice Freud, que los instintos se
    autorregulan. Muchas gracias por su atención.

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